Estaba acostada en mi cama, llorando después de una corta pero importante pelea con mi Mamá y mi Hermana. Y escuché que ellas hablaban de alguien, alguien talentoso.
- Es que, al saber hacer tantas cosas y hacerlas todas tan bien, ¿Uno cómo se decide?...-Preguntó mi Mamá, reflexionando.
En ese momento, las lágrimas se detuvieron, y una mínima sonrisa de posó en mi cara, que sólo yo la hubiera podido notar, una sonrisa pequeña, pero que dentro mío era la luz, dentro de un ataúd. ¿A alguien le gusta cómo escribo y como dibujo? Pensé. ¿A alguien le parezco talentosa?. Yo había terminado hace muy poco una novela, y ese comentario me impulsó automáticamente a seguirla, me impulsó a ilustrarla, a seguir adelante, a no rendirme. Era confuso, porque cuando escribía esa novela, yo quería que alguien la lea. Los obligué a leerla, de hecho, mi Papá ni siquiera leyó el capítulo 2. Pero, ¿Si admiraban lo que yo solía llamar talento?. Un comentario me desconcentró y oí que no era de mí de quien hablaban, era de mi Papá. Todas esas falsas esperanzas se dasbanecieron en un solo segundo, y las lágrimas conmenzaron a fluir, esta vez muchísimo peor que antes. Entonces, ¿sólo yo le veo como un talento? Quizás no lo sea, y sean sólo estúpidas palabras escritas en un papel. Quizás los dibujos no signifiquen nada. Quizás yo sola vea en verdad lo que quiero expresar. Estaba sola, completamente. No había nadie que me cuidara las espaldas, no tenía a nadie ni a la izquierda ni a la derecha, ni siquiera al alguien que me enfrentara, era sólo yo, una estúpida sin talento. Todo lo que hacía me salía mal. Y en vez de escribir la novela, estoy escribiendo este estúpido relato, otravez. En ese momento, cerré los ojos y decidí entrar en otro mundo completamente diferente, un mundo feliz, un mundo en el que nadie puede decirme nada malo, en mí mundo, en mis sueños.